“Las buenas razones de un libro pueden identificarse definiendo las personas que son sus principales destinatarios. Podrían ser los estudiantes. En efecto, en su tarea de identificar y ordenar en las clases, el denso conjunto de símbolos que constituyen el Derecho, se encuentran una y otra vez con profesores, libros y sentencias que argumentan para defender una tesis o una decisión. En ese sentido este libro, podría considerarse un manual para aprender a leer esos materiales.Sin embargo, allí no se detiene su utilidad, dado que los estudiantes también encontrarán importantes pistas acerca de la forma en que el Derecho –en tanto practica argumentativa- les exige consciencia sobre la manera en que escriben y/o presentan oralmente las razones. Por ello puede tratarse también de un manual para aprender a comunicar. Los profesores, creo que incluso los más innovadores, encontrarán textos de significativa profundidad para orientar los procesos de aprendizaje y enseñanza en sus clases de Derecho. Podrán también leer extraordinarios textos sobre prácticas pedagógicas reales de impacto en la vida de los estudiantes, no solo por lo que en ellas se hace sino también por sus resultados. Advertir o afirmar la necesidad de implementar prácticas pedagógicas diferenciadas o novedosas es relativamente sencillo. Sin embargo, materializarlas efectivamente de modo que se tomen en serio las creencias, las preocupaciones y los sentimientos de los estudiantes es una tarea que parece exceder, en muchos casos, lo que usualmente hacen los profesores de derecho. En esta medida este texto no es entonces solo un manual para aprender a leer y a comunicar. Es también algo así como un manual de pedagogía de la argumentación. Abogados practicantes, jueces y autoridades públicas pueden también leer con éxito este libro.
A diario, como lo destacan varios de los artículos, los asesores y litigantes así como aquellos que toman decisiones, se enfrentan a la necesidad de escribir o exponer razones que justifiquen sus posturas. Desde orillas diversas o cumpliendo roles diferentes, la tarea de argumentar y convencer, es una de las fuentes de preocupación. No basta con estar seguro de la validez del argumento cuando el modo en que se comunica no tiene la fuerza para convencer. No basta tampoco con convencer cuando creemos sinceramente que un requerimiento ético del ejercicio del Derecho consiste en persuadir con argumentos que sean racionalmente controlables. Este libro puede entonces considerarse como una especie de manual para practicantes del derecho preocupados por convencer correctamente.”
Prólogo. Juan Jacobo Calderón Villegas