El equipo estuvo integrado por los estudiantes Juan Camilo Monsalve García, Santiago Castillo Sepúlveda, Diego Andrés Jaramillo Vargas, Mariana Sofía Morales Ortiz y María Alejandra Franco Acosta. Lo dirigió Mauricio Felipe Madrigal Pérez, director de la Clínica Jurídica de Medio Ambiente y Salud Pública (MASP) y del Semillero de Investigación Cambio Climático y Derechos Humanos.
¿Qué significó para ellos esta experiencia retadora? Algunos de sus protagonistas nos cuentan, a continuación.
“Todo comenzó hace un poco más dos meses cuando llegó la convocatoria al concurso por un correo de la Facultad. Hubo un proceso de selección de varias etapas y al final el equipo quedó conformado por Maria Alejandra, Juan Camilo, Diego, Mariana y yo. A los 5 nos apasiona muchísimo esta área del Derecho y desde el principio teníamos en mente dar lo mejor de nosotros para poder ganar. Juan Camilo y María Alejandra habían hecho parte del equipo el año pasado y, a pesar de que tuvieron buen resultado, querían llegar esta vez hasta el final. En todo el proceso tuvimos el acompañamiento y entrenamiento de Mauricio Madrigal, quien fue un apoyo inmenso, no solo académicamente, sino también anímicamente”, explica Santiago Castillo.
“Para mí, fue la segunda vez que participé en el concurso. El año pasado obtuvimos un gran logro como equipo, ganando el mejor memorial, y yo obtuve la distinción de segundo mejor orador en la competencia. Del año pasado aprendimos bastante y este año queríamos mejorar y obtener un excelente resultado grupal. El trabajo en equipo, coordinado por Mauricio, fue excepcional. Fuimos un apoyo durante todo el proceso entre nosotros, lo que nos dio mucha fortaleza para sacar adelante el proyecto y siempre seguir perfeccionando los argumentos. Para mí, fue una experiencia sumamente enriquecedora. Académicamente fue un espacio hecho para aprender, desde las discusiones que sostuvimos, los espacios con expertos que tuvimos, hasta los retos académicos durante las audiencias”, relata Juan Camilo Monsalve.
Por su parte, para Mauricio Madrigal “fue una experiencia académica de casi tres meses sumamente valiosa. El punto de partida fue la confianza depositada y el apoyo por parte del jefe de Programa Jorge Miguel y de la profesora Natalia Ángel. Desde allí comenzamos con una convocatoria a las y los estudiantes, recibimos alrededor de 10 solicitudes para 5 cupos. Durante una semana hicimos las entrevistas con los profesores Hernán Correa y Juan Maya y seleccionamos al equipo. Durante un mes tuvimos clases de fortalecimiento teórico, encuentros con expertas y, en general, desarrollamos un proceso de diálogo muy interesante que nos unió y fortaleció como equipo. Después de entregar el memorial, durante casi un mes nos preparamos para las audiencias. También contamos con el apoyo de la profesora Natalia Ángel quien coordinó unos espacios con personas expertas: la profesora Tatiana Alfonso Sierra (consulta previa) y el profesor Guillermo Otálora Lozano (litigio constitucional)”.
Así fue la competencia
El concurso, realizado por la Universidad Externado de Colombia, tuvo dos etapas: una escrita y una oral, y giró alrededor de un caso complejo que involucraba tres líneas temáticas: derechos de las comunidades étnicas, en especial el derecho a la consulta previa; derecho ambiental, principalmente lo referente al licenciamiento ambiental y el derecho a la restitución de tierras en el marco de un proceso de justicia transicional.
“En la primera etapa del concurso debíamos escribir un memorial simulando un “amicus curiae” y respondiendo a unas preguntas realizadas por un tribunal constitucional -haciendo las veces de un grupo de expertos-. La segunda etapa del concurso fue oral y la idea fue simular audiencias respondiendo a las preguntas del memorial y tomando el rol de demandante (defendiendo a una comunidad étnica) o demandado (defendiendo al Estado). Había 25 equipos de diferentes universidades del país y de otros países vecinos”, detalla Santiago.
En la audiencia de octavos de final, el equipo se enfrentó a la Javeriana y en la audiencia de la semifinal contra la Universidad de Antioquia. “Cuando terminamos nos sentimos hasta achantados porque pensamos que no nos había ido tan bien como a la contraparte. Ese día nos fuimos a nuestras casas cansados y con muchos nervios, ya que no sabíamos si habíamos pasado. Esa noche fue una locura cuando nos llegó el correo notificándonos que habíamos pasado a la final y, apenas supimos, hicimos una videollamada para organizar nuestra estrategia para la final”, agrega Santiago.
Para mí, el principal reto fue llevar el ritmo y controlar la ansiedad durante los días de las audiencias orales. Fueron un total de 5 audiencia en tres días, donde nos enfrentábamos a un panorama de incertidumbre donde desconocíamos qué rol íbamos a tener en las audiencias y qué temas debíamos abordar. Esto exigía una preparación integral y un trabajo en equipo eficiente para pulir todos los argumentos y preparar en poco tiempo a los oradores. Adicionalmente, el manejo de las emociones durante las audiencias fue algo retador, debíamos mantener la compostura, no descolocarnos ante las complejas preguntas de los jueces y dar lo mejor de nosotros, dice Juan Camilo Monsalve.
La final fue contra la Universidad del Rosario y las juezas fueron tres abogadas y académicas reconocidas, entre quienes se encontraba Gloria Amparo Rodríguez, magistrada de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).
“Fue muy tensionante cuando terminó la audiencia (que duró casi 3 horas) y las juezas fueron a deliberar. Cuando dijeron que habíamos ganado fue muy muy emocionante. Fue increíble sentir cómo -después de todo el esfuerzo- las horas de trasnocho y los momentos de estrés habían valido la pena. Para mí, participar fue una experiencia demasiado enriquecedora en todo sentido. No solo fue aprender muy a profundidad sobre algunos temas, sino vivir de primera mano un trabajo en equipo donde cada uno era indispensable y aportaba de maneras muy diferentes. También significó poner a prueba el estrés, la capacidad de respuesta rápida, las habilidades de investigación y los nervios. Finalmente, fue un espacio en el que aprendí muchísimas cosas y apliqué en un escenario, hasta cierto grado realista, muchos conocimientos que he adquirido en la carrera. Adicionalmente, ratifiqué el amor que le tengo a esta área del Derecho y al potencial de transformación social que puede llegar a tener”, finaliza Santiago.
“En términos generales, para mí, como entrenador, solo me queda decir gracias estudiantes. Estoy orgulloso de ustedes, me motivan a ser mejor profesor y estoy seguro que esta experiencia les aportó enormemente a sus vidas profesionales y fortaleció su ética profesional, lo cual, en definitiva, era mi mayor objetivo, que asuman su ejercicio profesional con integridad, solidaridad y responsabilidad”, resalta Mauricio.
“Si pudiera resumir esta experiencia en una frase sería: un equipo excelente, con un gran entrenador, del cual me siento muy orgulloso y honrado de haber hecho parte”, concluye Juan Camilo.